Aceptar nuestra sombra

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Pensar que los seres humanos carecemos de sombra es una ilusión. Aunque culturalmente estemos obligados a reprimirla o a no exteriorizarla en la medida de lo posible, también tenemos una parte destructiva latente que tiene que ver con nuestros orígenes como cazadores y que, curiosamente, responde a un afán de supervivencia y afirmación.

De la misma manera que tenemos grandezas, tenemos miserias. Alguna vez hemos sentido envidia, rabia, odio o resentimiento hacia otro u otros por varios motivos. Puede ser que ese otro tenga un puesto en el trabajo que consideramos que merecíamos, o que esa persona con la que hemos tenido una relación de pareja haya cortado de forma repentina sin explicarnos el porqué. En ese momento, nuestra parte oscura se activa.

Bien, ahí la cuestión está en que he conocido mucha gente que no quiere dejar expresarse a esa parte y la reprime. Los resultados, de hacerlo así, son devastadores, y muchos trastornos que se etiquetan con nombres grandilocuentes tienen su origen en esta actitud vital, la mayoría de las veces adquirida en la infancia. También puede ser que, por haber pasado situaciones duras o traumáticas, vivir cosas parecidas nos retraumatice y dificulte nuestra existencia cotidiana porque son también partes que no queremos aceptar.

Soy un convencido de que, en la Humanidad, prima el impulso de creación sobre el de destrucción, y que todos los seres tienen la capacidad de crecimiento personal y desarrollo. Ahora bien, también es cierto que, en muchos casos, nos encontramos con problemas al no poder combinar las dos vertientes, sea por incapacidad o por negación. No se trata de estar amargado todo el día, pero sí de dejar que esa parte se exprese y, si un día no nos apetece hablar con nadie, respetarnos. Eso sí, lo que no hay que permitir es que esa actitud suponga una retroalimentación destructiva, como también he podido ver.

Normalmente, si respetamos nuestros biorritmos y los buenos y malos momentos, tenderemos de forma natural al equilibrio, porque el ser humano, a medida que experimenta situaciones, las relativiza y no hace un mundo de ellas. Dicho de otra forma, lo que nos parece tan grande por desconocimiento o forclusión, toma el tamaño que le corresponde y resulta más fácil de gestionar de lo que pensábamos.

El punto fundamental es trascender la dualidad y avanzar como seres humanos, reconociendo y aceptando todas nuestras partes y siendo amoroso con ellas.

 

 

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