Dicen que la infancia es la patria de las personas y no falta razón en esta aseveración. Las experiencias que tengamos en esta etapa de la vida hasta los 6-11 años (dependiendo de la escuela psicológica) serán fundamentales en nuestro desarrollo como adultos. Lo habitual, a partir de ese momento, es que tengamos una cierta tendencia automática a repetir los patrones que hayamos adquirido. Esto se aplica tanto para bien como para mal. Por lo tanto, los estímulos afectivos que se reciban son fundamentales.
Si una persona ha tenido el apoyo afectivo suficiente, no verá los contratiempos de la vida como montañas inalcanzables y si algo le sale mal no echará la culpa a terceros. La insatisfacción ante el mundo tiene mucho que ver con una infancia con carencias emocionales. En cambio, en el caso de que no haya sido así, son varios los problemas que se pueden presentar:
- Una actitud en la que se busca llamar la atención con la continua transgresión de los límites socialmente establecidos. Es habitual la figura del rebelde sin causa que, cuando llega a la edad adulta, se convierte en un delincuente en potencia porque, inconscientemente, quiere protestar ante una situación emocionalmente insoportable.
- Un retraimiento que supone limitaciones en las interacciones con las demás personas, lo que puede implicar problemas de relaciones sociales o afectivas. En este caso, la persona suele aislarse del entorno; lo más habitual es que estas actitudes ya se puedan identificar en el inicio de la adolescencia.
Convendremos en que ambos casos son negativos y, tanto por exceso como por defecto, hay una disfunción que conviene equilibrar. Aunque el niño pequeño no tiene límites y hay que marcárselos como pauta de socialización, no es menos cierto que tiene una tendencia natural a indicar lo que necesita y a reconocer qué cuestiones no son correctas. Por lo tanto, no es justo decir que un niño no sabe qué quiere.
Se puede dar el caso también de la sobreprotección, más común en los padres posmodernos. Si bien nosotros no estamos en absoluto de acuerdo con situaciones de maltrato o abuso emocional, no podemos dejar de indicar que hoy hay algunos pequeños que están acostumbrados a no enfrentarse a ninguna situación difícil. Los padres lo hacen con la mejor intención, pero no se dan cuenta de que están criando ineptos emocionales que, cuando vengan mal dadas, no sabrán cómo reaccionar.
Esto significa que el apoyo afectivo ha de ser importante, incondicional cuando se trata de un menor, pero no puede implicar indulgencia. Hay que instruir al pequeño para que interiorice una idea de lo que está bien y lo que está mal. A largo plazo, nuestros hijos nos lo agradecerán y se sentirán más seguros para afrontar todas las situaciones que se les presenten.
En Emocodificación y Sanación Genética estamos a tu disposición para ayudarte a identificar aquellas situaciones problemáticas que te impiden avanzar y tener una vida emocional en plenitud. Contacta con nosotros y te ampliaremos la información acerca de nuestra metodología.