El progreso de la Humanidad se estructura a partir de un binomio no exento de tensiones: individualismo-altruismo. Si bien los seres humanos defendemos nuestros intereses en las distintas facetas de la vida, también es cierto que no somos indiferentes al sufrimiento de los demás. La empatía ha conseguido un grado de abstracción hasta convertirse en solidaridad y, en consecuencia, compartir no es algo extraño.
De hecho, en nuestra sociedad hay gente que hace del servicio desinteresado a los demás una forma de vida y eso es muy loable. El ser humano es social por naturaleza y, ya por una cuestión evolutiva, interactúa con los demás y tiende a compartir sin que eso resulte extraño.
Por lo tanto, la sociedad como conjunto de individuos carentes de vínculos entre sí no existe. Los afectos son muy importantes por los lazos que se generan, tanto verticales (padres a hijos) como colaterales (pareja, amigos, hermanos…). En ocasiones, el simple hecho de dar a los demás sin esperar nada a cambio reconforta; en otros casos se requerirá una cierta reciprocidad, pero es igualmente beneficioso.
Como todo, lo importante es no caer en los extremos, y cuando decimos esto no nos referimos en ningún caso a la proyección que el entorno social haga de nuestra actitud, sino de que realmente compartamos porque nos sentimos bien haciéndolo. Muchas personas comparten o dan a los demás por miedo a no ser queridas o rechazadas y, de alguna forma, “compran” la atención de la otra persona, tanto en el plano material como en otros aspectos. De la misma manera, nos podemos encontrar con quien no es capaz de compartir con los demás porque siente que, si lo hace, está renunciando a algo suyo (aunque sea simbólico). En ambos casos, estas actitudes responden a desajustes emocionales que hay que tratar, siempre y cuando la persona los perciba así y vea que tiene un problema.
Por nuestra propia experiencia y por lo que dice la ciencia, raramente las personas son egoístas hasta el punto de no querer dar nada a los demás. Lo más habitual es que los seres humanos seamos solidarios y que, dentro de unos límites, queramos hacerle la vida más fácil a nuestros semejantes. Muy raramente una persona antepone su propio interés sin valorar los sentimientos de los demás o si hay terceros perjudicados. El altruismo, pues, es una parte más de nuestra existencia que no podemos obviar porque está ahí.
Conocer, pues, qué es aquello que nos permite fluir y reajustarlo es la manera de construir el camino hacia nuestra felicidad. Ahora bien, es fundamental tener en cuenta que, si bien hay posibilidades de ayuda externa, somos nosotros los que tomaremos nuestras decisiones para cambiar y mejorar. Si no tenemos esto en cuenta, será todo más difícil.
Emocodificación y Sanación Genética es una herramienta de apoyo y sanación para que puedas tomar tus propias decisiones y empoderarte. Si sientes que necesitas una ayuda para tomar impulso, estamos a tu disposición.