De pocos temas se ha escrito más que del estrés y, sin embargo, es una de las disciplinas de las que menos se conoce. Además, en ocasiones hay equívocos, de manera que muchas personas atribuyen un supuesto estrés a otras cosas que nada tienen que ver.
Desde el punto de vista científico, el estrés es, ante todo, una reacción adaptativa del organismo. Cuando nuestro sistema nervioso percibe una situación peligrosa, los caminos de respuesta son dos: lucha o huida. Esta es la cuestión más primaria y, en consecuencia, la resolución dependerá de dos elementos:
- Si el nivel de estrés es objetivamente asumible.
- De los hábitos de la persona adquiridos con anterioridad.
Creo que vale la pena explicar esto mejor porque, de lo contrario, nos perderemos. Hay personas que, por la razón que sea, experimentan niveles de estrés difícilmente asumibles ante situaciones peligrosas, en muchos casos por problemas del pasado, y necesitan algún tipo de ayuda para reequilibrarse, de ahí que existan las terapias emocionales. En estos casos, no hay que tener miedo en pedir ayuda.
Ahora bien, también es cierto que, si una persona no ha tenido el hábito de enfrentarse a situaciones estresantes, lo más probable es que retos que a la mayoría de las personas les resultan relativamente sencillos a ellas les resulten “insuperables”. En estos casos, hay que decir que solo se puede saber si la persona, efectivamente, está dispuesta a asumir un cierto riesgo.
La conclusión a este respecto es que un poco de estrés es necesario en el mundo en que vivimos para afrontar nuevos retos y tener éxito. Si bien en las sociedades antiguas el estrés era prácticamente inexistente porque las personas sabían más o menos de la cuna a la tumba cuál era su destino, hoy tenemos que reinventarnos continuamente para ganarnos el pan. De hecho, un gran problema para personas que hayan pasado por cuadros depresivos largos o por otras situaciones de dificultad emocional es que, cuando vuelven a salir al mundo exterior, ciertas situaciones les resultan mucho más problemáticas que a los demás.
En definitiva, para avanzar necesitamos (un poco) de estrés, pero siempre y cuando lo utilicemos como nuestro aliado, no como un enemigo que hay que tapar o reprimir. Si escuchamos lo que nos quiere decir, probablemente encontremos datos que tenemos que tener en cuenta y, de esta manera, cuando sigamos nuestro camino de desarrollo personal lo haremos sobre bases más sólidas.