No podemos olvidar que vivimos en un mundo material y que, por lo tanto, hemos de manejar esta energía correctamente para ser felices. Si bien es cierto que quizás muchas de las cosas que utilizamos no son necesarias, no hay que confundir la austeridad con la miseria. Esto es lo que queremos explicar en este artículo porque muchas personas lo confunden por falta de información.
Hay que hacer algo de autocrítica porque, en ocasiones, en el mundo del desarrollo personal no sabemos explicar la diferencia. Por este motivo, e igual que mucha gente pasa del apego al desapego de forma extrema, también hay quien confunde la austeridad con la miseria porque se piensa que no gastar mucho equivale a no tener. Por eso queremos deshacer el equívoco. No es necesario que tengas mucho, pero esto no significa que tengas que vivir en la indigencia o deber dinero al banco o a tus proveedores por sistema.
Una persona austera tiene lo suficiente e incluso es próspera en lo material porque genera los ingresos que necesita y puede ahorrar o invertir en otras cosas. Ahora bien, destaca porque no hace del gasto un culto, no derrocha, paga puntualmente sus facturas y, sobre todo, es feliz con lo que tiene porque lo sabe administrar correctamente. El minimalismo como filosofía de vida tiene que ver, precisamente, con este principio. Se prioriza la calidad sobre la cantidad, por lo que los bienes materiales tienen el valor que tienen.
El problema que nos encontramos con la miseria es, pues, de principio. Una persona mísera no tiene lo que necesita. En ocasiones, porque existen situaciones injustas que le impiden conseguirlo, como es el caso de aquellas poblaciones en las que la desnutrición crónica es un hecho. Otras veces, porque no es capaz de administrarse bien y, aunque gane mucho dinero, nunca llega a fin de mes; lo mismo sucede con sus amigos y seres queridos, con los que raramente tiene detalles. A algunas personas les sorprendería saber cuánta gente dispone de ingresos claramente por encima de la media, pero, en cambio, no es capaz de hacer cuadrar los números.
Una persona asertiva es capaz de distinguir ambas situaciones con claridad. A fin de cuentas, la percepción es fundamental para tomar decisiones racionales y que nos ayuden a ser felices. Lo que sucede, demasiadas veces, es que, por problemas que hemos tenido, no somos capaces de comprender que una mentalidad de miseria puede estar relacionada con una programación que nos ha sido inculcada. Resulta sorprendente, pero a mucha gente la cambia el chip una vez que asume la nueva situación y aprende a priorizar lo que realmente es importante; quizás es necesario un periodo de readaptación, pero se consigue.
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