Determinadas religiones hacen referencia en sus textos sagrados a las señales o revelaciones que recibieron determinados profetas. Es recurrente la caída del caballo de Pablo de Tarso cuando iba a Damasco, por poner un ejemplo, pero pasajes similares se encuentran en todas las religiones abrahámicas y en algunas dhármicas. Por lo tanto, no nos puede extrañar que este relato forme parte también de las vidas de los seres humanos.
Aunque los ejemplos son varios, todos estos relatos tienen un punto en común: la persona, después de ver una señal o recibir una revelación, da un giro de 180 grados a la vida que estaba llevando. Por lo tanto, el mensaje no solo se ha recibido, sino que los efectos han sido reales y útiles. El relato de la conversión es una realidad que se da en nuestra existencia a todos los niveles y, por lo tanto, saberlo es fundamental para entender que esta lógica se reproduce en el día a día del resto de los mortales.
En cualquier caso, y sin el ánimo de querer ser San Pablo, lo cierto es que todos en nuestra vida tenemos señales, más o menos evidentes, que nos indican por dónde tenemos que ir. Muchas veces son sutiles mientras que, en otros casos, son evidentes. Por propia experiencia, lo mejor es que hagamos caso a aquellas señales sutiles, sobre todo si nos indican que no vamos por el camino correcto. Lo cierto es que la mayoría de las personas recibimos alarmas si no hacemos las cosas bien y, aunque en el fondo las escuchemos, pasamos de largo.
Una relación de pareja insatisfactoria, un puesto de trabajo que no nos llena o unas amistades con las que no sentimos afinidad son algunos de los ítems comunes de que algo no va bien. En primer lugar, si sentimos esto, el primer paso que tenemos que dar es ver si la responsabilidad es nuestra, de la otra parte o si ambos podemos hacer algo interesante. Ten clara esta cuestión porque, si no, es posible que pierdas muchos años en algo que no te satisface.
Al final, los seres humanos queremos sentirnos bien con nosotros mismos y hacer aquello que nos gusta. Por lo tanto, y aunque puedas tener en sordina tu disgusto durante años, este acabará emergiendo. ¿Te has preguntado alguna vez por qué las personas asertivas suelen caer mal a mucha gente? Bien, pues un motivo muy habitual es que toman decisiones y dicen lo que piensan sin que les preocupe demasiado el “qué dirán”. Esto no significa que no existan personas asertivas insoportables, pero de momento ya evitan acumular un rencor sordo que, a largo plazo, será problemático.
Emocodificación y Sanación Genética es una metodología que, entre otras muchas cosas, te ayudará a que tomes decisiones maduras y, sobre todo, a fluir con lo que sientes. Vivir en coherencia entre lo que decimos, lo que sentimos y lo que pensamos es fundamental porque, de lo contrario, no estaremos bien. Si consideras que te podemos ayudar, estamos a tu disposición.