Hay un dicho popular sumamente sabio que afirma que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Nosotros decimos, más bien, que tropieza cien veces, pero el problema no es ese, sino cómo vive y procesa estas situaciones y, sobre todo, cómo se proyecta hacia el exterior después de vivirlas. Al fin y al cabo, el 95 % de nuestras decisiones nacen en el subconsciente.
Las decepciones son consustanciales a determinados momentos vitales y, aunque dolorosas, cumplen con una función de aprendizaje, siempre y cuando se sepan integrar. Un adolescente tendrá desengaños amorosos, por ejemplo, será consciente de que no puede llegar a ser Messi o Cristiano Ronaldo o, simplemente, que no todas las amistades merecen la misma confianza. Si ha asumido estas premisas cuando tocaba, probablemente no tendrá grandes problemas cuando llegue a la edad adulta. Por ejemplo, una persona ha sido engañada, lo más probable es que tome precauciones antes de volver a confiar en alguien.
Ahora bien, existen dos situaciones extremas que nos indican que ese aprendizaje no se ha realizado o, de realizarse, no se ha integrado correctamente:
- La persona se cierra a conocer otras personas o a aprovechar nuevas oportunidades en la vida y se aísla; se asume que no compensa relacionarse con otras personas por los peligros potenciales. Si se da esta situación, conviene ver qué está sucediendo realmente porque quizás el problema lo tengamos nosotros y no los demás. Si no se ataja la situación, esta es la antesala de procesos depresivos.
- Al contrario, y por temor a estar sola, la persona aplica la política de no tomar ninguna precaución cuando conoce a alguien nuevo porque considera que así puede solucionar el problema de dependencia emocional. Mucha gente, más de la que parece, se ve afectada por este tipo de situaciones. El problema es que, muy probablemente, se retroalimentará porque las decepciones cada vez son mayores.
Este cúmulo de situaciones indica, en todo caso, que la persona está condicionada por su pasado porque, para bien o para mal, no le está permitiendo tomar decisiones maduras y equilibradas. Si esto sucede, la primera pregunta que conviene que nos hagamos es, ¿Cómo empezó todo? Es posible que vivieras alguna situación, ya fuese en la infancia, la adolescencia o siendo ya adulto que te ha limitado para relacionarte con normalidad con los demás.
Entendamos bien que, cuando se plantea esta situación, no buscamos en absoluto activar la nostalgia de forma inútil sino, más bien, encontrar una solución que permita que las personas se empoderen, tomen decisiones maduras y no corran riesgos innecesarios. El principal problema de que el pasado nos influya es el daño que nos pueden hacer.
Nosotros, desde la experiencia personal, somos conscientes de lo que limitan las situaciones del pasado. Por esa razón, creamos Emocodificación y Sanación Genética como método de sanación personal de estas heridas. Estamos a tu disposición para ayudarte si lo consideras oportuno.