Es muy humano tener presente que las personas, por regla general, no queremos estar solas. Necesitamos interactuar con otras personas y mantener un feedback. Una persona que viva en soledad y que sea solitaria suele tener más problemas psicoemocionales y de salud. Queremos dejar bien claro que no nos estamos refiriendo a vivir solo por elección, sino al hecho de no tener con quien tomar un café si nos apetece o ir al cine.
Lo que sucede, en consecuencia, es que muchas personas buscan atención en otras personas para evitar esta soledad. Ahí está un gran problema: cuando la atención se mendiga como comercio para no estar solo. Este es uno de los casos de manual en los que podríamos afirmar a largo plazo que más vale estar solo que mal acompañado. Racionalmente puede parecer ridículo y las propias personas que se ven en esta situación pueden ser capaces de verlo, pero esta situación tiene una racionalidad que vamos a comprobar.
Suele suceder que una persona no es capaz de tener relaciones de amistad o de otro tipo fluidas con sus pares. Este hecho ya se percibiría con cierta claridad en la adolescencia, aunque llegados a la edad adulta se reproducirá con más fuerza. Es a partir de entonces cuando ya no existen algunos amigos de la adolescencia y, por lo tanto, hay que buscar alternativas. El caso de la persona treinteañera solitaria es muy habitual y la globalización de la economía, con el consecuente estímulo a la deslocalización laboral, hace también que se pierdan vínculos físicos, aunque se puedan mantener por vía digital.
Este fenómeno es muy habitual, se da en ambos sexos y podríamos decir que en todas las edades. Al final, lo que sucede es que la satisfacción que da la atención que se recibe a cambio de mendigarla es cada vez menor. En primer lugar, porque la persona pierde el respeto de los demás y, en segundo lugar, porque pierde el respeto a sí misma. Lo lógico es que estas relaciones sean destructivas a medio-largo plazo, siendo un lugar común en los casos de violencia de género, pero también en situaciones menos dramáticas.
Es fundamental entender que no estamos juzgando a una persona que hace eso porque, siempre, hay detrás una historia de sufrimiento y frustración personales. En consecuencia, es importante ver por qué la persona tiene problemas de relación y comprobar las soluciones que se podrían aplicar. Muchas veces, tomar conciencia de un suceso dramático es suficiente para que la persona se sienta liberada y recupere el control de su vida.
Hay que señalar, no obstante, que el proceso de construir unos vínculos sociales sanos dura toda la vida y siempre tendrás que estar atento. En la vida te encontrarás gente que quiere abusar de la confianza o personas que no te respetan, y es tu responsabilidad saber cortar las situaciones que no deseas en cada momento.
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